miércoles, 15 de abril de 2015

TACNA Y ARICA. ENTELEQUIAS SOBRE EL MAR



Los conflictos entre países son solucionados con la “diplomacia de las cartas abiertas” o “de las vías ocultas”. El juez de la Liga de las Naciones, Robert Cecil, quien conoció la demanda boliviana para “revisar” el Tratado de 1904, fue teórico de la “abierta”, pero, otro jurisconsulto, Jules Cambón, creía necesario recurrir a “las vías ocultas”(Texto publicado en Diario La Razón, 27 de Marzo de 2015, La Paz-Bolivia).

Decía Demetrio Canelas que, “en relación a nuestra demanda histórica, Chile siempre empleó las artimañas de la diplomacia oculta y ponzoñosa”.
Canelas, Félix A. Aramayo, Franz Tamayo y Froilán Zambrana fueron nombrados (después de la revuelta del 12 de julio de 1920) delegados ante la Liga de las Naciones que iniciaba sesiones en noviembre del aquel año en Ginebra.
Una junta de gobierno dirigía el país encabezada por los llamados “Practicistas”, quienes deseaban sellar la paz a cambio de que Arica y/o Tacna pasen a Bolivia (…), tal como desde el inicio de la Guerra del Pacífico propuso Chile al general Daza.
Juan Bautista Saavedra, José M. Escalier y José Ramírez dirigían la junta, aunque Ismael Montes tenía el control del Gobierno. Como describió Édgar Oblitas Fernández, “Montes jamás se desligó de sus lazos con la oligarquía chilena”. Y, como veremos, saboteó el trabajo que Canelas, Tamayo y Zambrana realizaban para presentar la primera demanda boliviana ante la Liga de las Naciones.
El 15 de noviembre Bolivia y Perú presentarían una demanda conjunta. Se proponía revisar y discutir el tratado de 20 de octubre de 1904 (Bolivia-Chile) y el Tratado de Ancón (Perú-Chile). Canelas sostuvo que el argumento boliviano respondía a las exigencias de la Liga de las Naciones y, por ello entró inicialmente en agenda.
Resumo los argumentos: a) Que los armisticios se firmaron bajo amenaza y hostigamiento constante del invasor. b) Incumplimiento de acuerdos comerciales que postergan el desarrollo de Bolivia; dejándonos en condición mediterránea desde la firma del armisticio en 1884.
Pero, extrañamente, un día antes de exponer ante la Asamblea, Perú retiró su nombre de la demanda y Bolivia quedó solitaria ante la reunión.
El general Montes, quien residía en Francia, fue designado Ministro Plenipotenciario de Bolivia en Europa. Zambrana y Canelas criticaron la designación argumentando que “las acciones de Montes son las que pusieron al país en esta situación humillante”.
Las críticas no tuvieron efecto y, a solo horas de presentarse ante la Asamblea, Montes ordenó a Tamayo incluir en los términos de la demanda que “Bolivia pide y denuncia la revisión CONCRETA (total) del Tratado de 1904”. Bajo esos términos (revisión concreta) se corría el riesgo de que los representantes del mundo saquen de la agenda la demanda boliviana… Y así fue.
División y designios
En base a datos que rescató Canelas, se sabe que el propio juez Cecil pidió una “reunión privada” para calmar los ánimos entre bolivianos. Recomendó “hacer cambios necesarios y que había tiempo para su análisis”. Pero Montes ya había cumplido su misión en colaboración con Saavedra y la junta de gobierno, gracias a los ‘amarres’ tempraneros realizados por Arce, Campero y Eliodoro Camacho, iniciados en Camarones. Así, los designios de Chile se cumplían.
Montes sabía que el artículo 19 de esa Convención solo permitía “que, de cuando en cuando, los países envueltos en alguna disputa pueden reexaminar acuerdos y tratados para, BILATERALMENTE, hacer ajustes que los países en conflicto vean necesarios. La liga, por razones estatutarias, no podía cambiar ni revisar concretamente tratados”.
Mariano Baptista e Ismael Montes, empujados por la tradición entreguista de sus antecesores Arce y Campero, aun “dirigían” los destinos del país en 1882. Para 1880, Bolivia estaba dividida entre “Practicistas” e “Integristas”, estos últimos se oponían a firmar un pacto que afecte la integridad de Bolivia o de Perú.
Canelas y Zambrana denunciaron que Chile usaba Arica y Tacna como “carnada” para acercarse a Bolivia y, por ello, los Integristas fueron correteados y muchos ajusticiados por órdenes de Arce, Campero, Montes y después de Baptista.
Como documentó el historiador chileno Gonzalo Bulnes en su libro La Guerra del Pacífico (tomo III, págs. 180 a 211), tras la batalla de Tacna, Eliodoro Camacho quedó preso y fue trasladado a Santiago, donde, se evidencia, gozaba de “comodidades” nada habituales para un prisionero de guerra.
Camacho pidió reunión con el presidente chileno Domingo Santa María (un prisionero pidiendo sesión a un presidente, pero así fue) y se ofreció como mediador “garantizando que Bolivia firmaría un armisticio a cambio de Arica y que, con ello, Chile tendría vía libre”. Prometió una reunión privada entre Eusebio Lillo (emisario privado de Santa María) y Mariano Baptista. La influencia de Camacho era tal que para enero de 1882 el emisario Lillo envió la siguiente nota al presidente chileno.
(…) “Enero, 14 de 1882: He hablado con Baptista sobre un tratado de paz, i alianza en definitiva. Hai dos puntos capitales en ese tratado: la incorporación a Chile de todo el litoral antes boliviano i la rectificación de fronteras al norte de Camarones para que Bolivia tenga su salida al Pacífico i quede interpuesta entre Chile i Perú, sirviendo de valla en lo futuro, si alguna vez nuestro eterno enemigo, llegara a tener fuerzas o ocasión para crearnos dificultades”.

Continua Lillo, “Baptista aceptó que la cesión a Chile (de territorios bolivianos) se haga como pago a los gastos de la guerra i en cuanto a la rectificación de fronteras, quisiera que Chile mantenga en su poder Tacna i Arica i que en el tiempo la transmisión no se vea como violencia hacia (Perú) y sus poblaciones”.
¿No fue acaso el mismo Eliodoro Camacho quien instigó y promovió aquella reunión del Alto Mando Militar que votó a favor de la retirada en Camarones? En las notas, con carácter de “secreto diplomático” que Lillo enviaba a Santa María describió a Baptista, Camacho y Arce como “grandes y entrañables amigos desde tiempos inmemoriales; pues ellos contaban confidencias inverosímiles de sus gobiernos”.
Juzgue y cuestione el lector los datos que su servidor expone; pero, sobre todo, juzgue implacablemente a los gobernantes (...), porque cuando los juzga la historia siempre es tarde.
Es sociólogo y periodista.
El texto es un extracto aparecido en bolpress.com del libro Chile, Perú y Bolivia: Entelequias sobre el Mar, que será publicado en diciembre en Miami, Estados Unidos