domingo, 1 de junio de 2014

La guerra que enfrento a Chile con Bolivia y el Perú entre los años 1879 y 1884[1], tuvo diversos impactos y consecuencias, para la población civil de Tarapacá, Tacna y Arica.  Situación que se manifestó luego de la derrota del ejército aliado en las batallas del Campo de la Alianza o Tacna el 26 de mayo y  Arica, el 7 de junio de 1880, cuyo resultado fue la retirada boliviana de la guerra y la pérdida de las mencionadas provincias para el Perú, que debió enfrentar otros cuatro años de conflicto.  Sin embargo, el 31 de Agosto de 1882,  el coronel Miguel Iglesias, en el norte del territorio peruano, hizo un llamamiento para firmar la paz, en el conocido “Grito de Montán”[2], situación que se materializo el 20 de Octubre del año 1883 en Ancón, esto a pesar de la oposición de las guerrillas de Gregorio Albarracín y de Pacheco Céspedes en Tacna y del Coronel Avelino Cáceres en la sierra central del Perú.  

El mencionado tratado, en su artículo N° 3[3], expreso que el territorio de las provincias de Tacna y Arica continuarían en posesión y sujeto a la legislación y autoridades chilenas durante el termino de diez años y cumplido ese plazo se llevaría a cabo un plebiscito que definiría la soberanía del mencionado territorio. Esto último a pesar de la oposición de los tarapaqueños, tacneños y ariqueños.    Finalmente, la ratificación del Tratado de Ancón, se produjo el 11 de marzo de 1884 en Lima.

El estatus jurídico otorgado por el tratado, facilitó la organización administrativa y judicial de las mencionadas provincias, que ya en 1880 habían sido organizadas en territorios de administración civil y militar, tanto en las ciudades y como en zonas rurales. Paralelamente, las autoridades chilenas iniciaron una campaña gradual de imposición ideológica y política, que fue incrementándose  en la medida, que se cumplía el plazo fijado por el tratado, y más tarde, por la intensificación del conflicto diplomático, que se produjo por el vencimiento de los plazos del tratado y la prórroga del plebiscito.  Esta política que busco el cambio ideológico e identidad nacional,  en  las provincias ocupadas fue denominada, como “Chilenización”.  En este contexto, cabe señalar que la chilenización, se definió como una construcción conceptual percibida, elaborada y/o creada por agentes estatales, políticos, periodistas, civiles y como acciones tendientes para despejar la conciencia nacional peruana de los pobladores de Tacna y Arica (Díaz 2003). También se la conoce,  como un proceso de “disciplinamiento social”  de la población local, pues se trató de articular la participación sociopolítica de los comuneros indígenas en las disputas nacionales, pues estos sujetos, desarrollaron “estrategias políticas, económicas, sociales y culturales” (Mondaca y Aguirre 2011:7). Desde una perspectiva antropológica, la chilenización debe entendida como una construcción de conciencia e identidad nacional chilena, en espacios territoriales y simbólicos que poseyeron identidades mixtas (nacionales y étnicas), mediante “la aplicación del poder y violencia” (Choque 2012: 200)[4].  

En tales circunstancias, en Tacna y Arica, se  afianzó una gestión administrativa marcada por el interés de provocar una rápida transformación demográfica y social pro-chilena,  lo que conllevó una agresiva política de modernización que generó, entre otras iniciativas: proyectos de irrigación a gran escala  como el trasvasijado de las aguas altiplánicas, mejorías urbanas en las ciudades de Tacna y Arica, un sistema de franquicias tributarias para facilitar el comercio, migración de familias e individuos desde la zona central de Chile, implementación en las áreas rurales de campañas de alfabetización y salubridad, etc., generando de manera directa e indirecta una clara (y a veces violenta) presencia de la agencia estatal tanto en la costa como en el interior  de las mencionadas  provincias. Más tarde, se manifestaría el cierre de la prensa, la clausura de los colegios y sociedades de beneficencia peruana, cayendo finalmente en la ejecución de todo tipo de violencia a la población peruana o extranjera, que fuese simpatizante del Perú


[1] En agosto de 1884, las últimas tropas chilenas se retiraron del Perú.
[2] Miguel Iglesias lanzó desde Montán su célebre proclama o manifiesto, en la que sostuvo que era necesario terminar de una manera práctica con el daño y la humillación de la ocupación enemiga. La firma de la paz con Chile se imponía, pues el Perú, a su entender, había perdido la guerra en San Juan y Miraflores.
[3] “El territorio de las provincias de Tacna y Arica que limita, por el Norte, con el río Sama, desde su nacimiento en las cordilleras limítrofes con Bolivia hasta su desembocadura en el mar, por el Sur, con la quebrada y el río de Camarones, por el Oriente, con la República de Bolivia; y por el poniente con el mar Pacífico, continuara poseído por Chile y sujeto a la legislación y autoridades chilenas durante el termino de diez años […]”  (Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú, 1928: 4-5).
[4] Al respecto  Hannah Arendt (2006), expresó que  la violencia se distingue por su carácter instrumental y en términos fenomenológicos, se aproxima más al poderío, ya que los implementos de la violencia, como las demás, herramientas, se diseñan y emplean a fin de multiplicar la fuerza natural hasta llegar a sustituirla en la etapa final de su desarrollo, y por ende se convierte en acciones que permiten acceder a objetivos de corto y largo plazo.