La guerra que enfrento a Chile
con Bolivia y el Perú entre los años 1879 y 1884[1], tuvo
diversos impactos y consecuencias, para la población civil de Tarapacá, Tacna y
Arica. Situación que se manifestó luego
de la derrota del ejército aliado en las batallas del Campo de la Alianza o
Tacna el 26 de mayo y Arica, el 7 de
junio de 1880, cuyo resultado fue la retirada boliviana de la guerra y la pérdida
de las mencionadas provincias para el Perú, que debió enfrentar otros cuatro
años de conflicto. Sin embargo, el 31 de
Agosto de 1882, el coronel Miguel
Iglesias, en el norte del territorio peruano, hizo un llamamiento para firmar
la paz, en el conocido “Grito de Montán”[2], situación
que se materializo el 20 de Octubre del año 1883 en Ancón, esto a pesar de la
oposición de las guerrillas de Gregorio Albarracín y de Pacheco Céspedes en Tacna
y del Coronel Avelino Cáceres en la sierra central del Perú.
El mencionado tratado, en su artículo
N° 3[3],
expreso que el territorio de las provincias de Tacna y Arica continuarían en
posesión y sujeto a la legislación y autoridades chilenas durante el termino de
diez años y cumplido ese plazo se llevaría a cabo un plebiscito que definiría
la soberanía del mencionado territorio. Esto último a pesar de la oposición de
los tarapaqueños, tacneños y ariqueños.
Finalmente, la ratificación del Tratado de Ancón, se produjo el 11 de
marzo de 1884 en Lima.
El estatus jurídico otorgado por
el tratado, facilitó la organización administrativa y judicial de las
mencionadas provincias, que ya en 1880 habían sido organizadas en territorios
de administración civil y militar, tanto en las ciudades y como en zonas
rurales. Paralelamente, las autoridades chilenas iniciaron una campaña gradual
de imposición ideológica y política, que fue incrementándose en la medida, que se cumplía el plazo fijado
por el tratado, y más tarde, por la intensificación del conflicto diplomático,
que se produjo por el vencimiento de los plazos del tratado y la prórroga del
plebiscito. Esta política que busco el cambio
ideológico e identidad nacional, en las provincias ocupadas fue denominada, como
“Chilenización”. En este contexto, cabe
señalar que la chilenización, se definió como una construcción conceptual percibida,
elaborada y/o creada por agentes estatales, políticos, periodistas, civiles y
como acciones tendientes para despejar la conciencia nacional peruana de los
pobladores de Tacna y Arica (Díaz 2003). También se la conoce, como un proceso de “disciplinamiento
social” de la población local, pues se
trató de articular la participación sociopolítica de los comuneros indígenas en
las disputas nacionales, pues estos sujetos, desarrollaron “estrategias
políticas, económicas, sociales y culturales” (Mondaca y Aguirre 2011:7). Desde
una perspectiva antropológica, la chilenización debe entendida como una
construcción de conciencia e identidad nacional chilena, en espacios
territoriales y simbólicos que poseyeron identidades mixtas (nacionales y
étnicas), mediante “la aplicación del poder y violencia” (Choque 2012: 200)[4].
En tales circunstancias, en Tacna y Arica, se afianzó una gestión administrativa marcada
por el interés de provocar una rápida transformación demográfica y social
pro-chilena, lo que conllevó una
agresiva política de modernización que generó, entre otras iniciativas:
proyectos de irrigación a gran escala
como el trasvasijado de las aguas altiplánicas, mejorías urbanas en las
ciudades de Tacna y Arica, un sistema de franquicias tributarias para facilitar
el comercio, migración de familias e individuos desde la zona central de Chile,
implementación en las áreas rurales de campañas de alfabetización y salubridad,
etc., generando de manera directa e indirecta una clara (y a veces violenta)
presencia de la agencia estatal tanto en la costa como en el interior de las mencionadas provincias. Más tarde, se manifestaría el
cierre de la prensa, la clausura de los colegios y sociedades de beneficencia
peruana, cayendo finalmente en la ejecución de todo tipo de violencia a la
población peruana o extranjera, que fuese simpatizante del Perú
[1] En
agosto de 1884, las últimas tropas chilenas se retiraron del Perú.
[2]
Miguel Iglesias lanzó desde Montán su célebre proclama o manifiesto, en la que
sostuvo que era necesario terminar de una manera práctica con el daño y la
humillación de la ocupación enemiga. La firma de la paz con Chile se imponía,
pues el Perú, a su entender, había perdido la guerra en San Juan y Miraflores.
[3] “El
territorio de las provincias de Tacna y Arica que limita, por el Norte, con el
río Sama, desde su nacimiento en las cordilleras limítrofes con Bolivia hasta
su desembocadura en el mar, por el Sur, con la quebrada y el río de Camarones,
por el Oriente, con la República de Bolivia; y por el poniente con el mar
Pacífico, continuara poseído por Chile y sujeto a la legislación y autoridades
chilenas durante el termino de diez años […]”
(Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú, 1928: 4-5).
[4] Al respecto Hannah Arendt (2006), expresó que
la violencia se distingue por su carácter instrumental y en términos
fenomenológicos, se aproxima más al poderío, ya que los implementos de la
violencia, como las demás, herramientas, se diseñan y emplean a fin de
multiplicar la fuerza natural hasta llegar a sustituirla en la etapa final de
su desarrollo, y por ende se convierte en acciones que permiten acceder a
objetivos de corto y largo plazo.