martes, 27 de diciembre de 2011

Coles, Puquinas y aimaras en Arica del siglo XVI
Carlos Choque Mariño1
El territorio
En el siglo XVI la región de Arica y Parinacota, formo parte un espacio de cultural y social denominada en los documentos españoles como “Colesuyu”. La Arqueóloga Katherine Julien en el año 1979, logró localizar con mayor precisión la extensión de este territorio, que abarco desde las costas de Camaná (Arequipa) en el Perú a la Quebrada de Tarapacá en Chile. También, fueron parte del Colesuyu, los valles costeros de Lluta, Azapa, Camarones y la precodillera de Arica (Ver mapa anexo. Fuente Maria Rotsworowski 2005:196).
Los estudios iniciados por Katherine Julien (1979) y continuados por María Rotsworowski (1988), recogieron documentación generada por las visitas toledanas que se realizaron en el año 1573, las cuales hicieron referencia a la región del Colesuyu[1], la que fue inspeccionada por él Visitador General Juan Maldonado de Buendía. Sin embargo, esta visita instruida por el virrey Francisco de Toledo, no fue la primera en recorrer la región, ya que a finales de la década de 1530, la zona fue explorada y conquistada por Pedro Pizarro y más tarde por Lucas Martínez de Vegazo, el fundador de Arica. La historiadora María Rotsworowski, señalo que la existencia del Colesuyu “no significo necesariamente una unidad política de varios valles entre sí, hecho que no se dio tampoco en los suyus “oficiales” del Estado Inca, sino más bien indicaban una demarcación del espacio cultural” (Rotsworowski, 2005:197).
La población del Colesuyo
La composición étnica del “Colesuyu” estuvo conformada por un grupo elevado de pobladores “yungas”, denominación que se le entrego a la población originaria de la costa para distinguirla así de los colonos del altiplano. Los “yungas” estuvieron divididos en dos grupos humanos diferenciados y complementarios, pues en los valles costeros y precordillera se localizaron a los agricultores denominados como “Coles”; y a los pescadores del litoral ariqueño, cuyos habitantes recibieron en nombre de “Camanchacas”, ello según los estudios de Rómulo Cuneo Vidal, Max Uhle y María Rotsworowski.
Asimismo, habito en el territorio una población de origen altiplánico de habla aimara, que estuvo en la calidad de colonias, pues dependieron política y culturalmente de los señoríos y reinos Lupaqa, Paqajaqi y Qaranqa. De acuerdo a las evidencias documentales estos colonos fueron mayoritariamente Lupaqa y Paqajaqi, que provenían de las riberas del lago Titicaca y el tercer grupo provino del altiplano de Oruro.
Los “yungas” no solo vivieron en el litoral de los valles sino también en la precordillera de Arica y Tacna, por lo cual fue posible encontrar estas poblaciones en las quebradas de Socoroma, Belén ó Codpa. Una prueba de estas diferencias culturales y étnicas se encuentran en las evidencias arqueológicas halladas en los valles y quebradas de la región, pues muestran distintos estilos cerámicos, textiles y funerarios, que están más ligados a la costa que al altiplano. Además, los antecedentes de orden arquitectónico, artesanía, funerario y económico, contribuyen a establecer una hegemonía cultural de la costa, la que junto con lograr una técnica y expresión en formas, permiten inferir una ideología común que condujo a la formación de estructuras políticas propias, esto último según las investigaciones de los arqueólogos Iván Muñoz y Juan Chacama. Otras evidencias de la existencia de la población “yunga ó Cole” es posible hallarlos en los libros parroquiales del distrito de Tarata y que fueran estudiadas por los historiadores Jorge Hidalgo y Guillermo Focacci en 1986.
Bajo tales circunstancias en la década de 1540, el territorio está ocupado por poblaciones locales y foráneas ó altiplánicas, estas últimas estuvieron instalados en los enclaves productivos localizados en algunos sectores de los valles y pueblos precordilleranos tal como lo señalara el historiador norteamericano John Murra, en su obra el “formaciones económicas y políticas del mundo andino”. El resultado de esta multietnicidad del territorio, fue la instalación de un periodo de tensa convivencia entre los diversos grupos étnicos, pues hubo una fuerte presión altiplánica por expandirse a los valles occidentales, por lo cual se forjaron alianzas y sujeciones entre estas sociedades yungas y aimaras. Es decir, que fue posible encontrar aldeas “coles” y “aimaras”, que compartían los mismos espacios agrícolas en zonas como Codpa, Tignamar, Belén ó Socoroma.
La existencia de una diversidad étnica, origino más tarde una serie de pleitos judiciales, pues tanto los caciques locales y los del altiplano de Qaranqa (Carangas) reclamaron para sí el control del territorio, proceso que estuvo motivada también por la permanente huida de los aimaras del altiplano de Oruro hacia los valles de Arica, para así no pagar tributos y evadir los trabajos de la m’ita de Potosi. Estas diferencias legales solo concluyeron en 1.648, año en el cual surgió el Curacazgo de Codpa, teniendo como cacique ó mallcu principal a Diego Cañipa. El territorio de este curacazgo estuvo integrado entonces por los pueblos de: Codpa, Belén, Socoroma, Putre, Esquiña, Pachica, Timar, Ticnamar, Saxamar y Pachama; los pueblos altiplánicos de Parinacota, Choquelimpie y Guallatiri; y los pueblos de valle de Sora, Umagata, Livilcar, Lluta y Azapa.
La lengua “Cole”
La población “Cole” hablo una lengua que Katherine Julien denomino como “coli” ó “cole”. Esta lengua perduro hasta el siglo XVIII en las serranías de Moquegua y Tacna, para el caso de Arica probablemente se extinguió en la misma época. Respecto a este idioma Fray Ludovico Bertonio, creador del primer diccionario aimara – español, el “coli”, era la lengua de los indios yungas de la costa. Desafortunadamente no existen documentos escritos que otorguen mayores detalles de la particularidad de esta lengua, pero existen fundados indicios que lo asocian a variantes lingüísticas del Puquina, ya que han subsistido en el tiempo una serie de toponimios que tienen raíces en este idioma. Situación análoga la hallamos en los “camanchacas”, que hablaron el Puquina. Además, una serie de documentos coloniales y eclesiásticos hacen referencia al uso de la lengua “coli” entre los habitantes de la costa, que se diferencia del aimara de origen altiplánico. El Puquina es una lengua que llego a la costa de Arica muchos siglos antes que el aimara y pudo generar sus propias variedades lingüísticas hasta el advenimiento paulatino del aimara, hecho que se produjo desde el siglo XIII en adelante.
En este mismo, sentido las investigaciones realizadas por la doctora en lingüista, Paola Cepeda, en Moquegua corroboraron los estudios realizados previamente por Alfredo Torero, Thérése Bouysse-Cassagne, Guillermo Galdos, Katherine Julien, Willem Adelaar y Rodolfo Cerrón – Palominos, ya que considero que existen hoy en día apellidos con raíces puquinas, tales como: Ara, Olanique, Quelopana, Quea, Chino, Cañipa, Caqueo, Cailaco, Guaiba, Lanchipa y Limachi, entre otros.
La desaparición del “cole” ó Puquina se produjo indudablemente en el siglo XVIII, periodo en el cual concluyeron definitivamente los pleitos judiciales entre los caciques de origen cole y los aimaras de Hatun Caranga. No obstante, la población cole entre los años 1540 al 1700, sufrió un descenso demográfico importante producto del sistema de explotación colonial y por otra parte fue adoptando el aimara como lengua propia, esto último por adhesión voluntaria ó por efecto de las campañas de evangelización, que por entonces se realizaron en aimara. En consecuencia, Arica y Parinacota son una expresión de multietnicidad y de diversidad, donde conviven el legado e identidad de aimaras y coles, esto especialmente en los pueblos ubicados en los valles y precordillera.


1 Académico del Departamento de Ciencias Históricas y Geográficas. Facultad de Educación y Humanidades. Universidad de Tarapacá. Arica-Chile.
[1] Rotsworowski (1988:140) señala que en el diccionario de aimara de Bertonio figura la voz Koli haque – indios yungas, que se ubicaban en Moquegua.