martes, 7 de septiembre de 2010

Minería y Comunidades Campesinas ¿Se puede conciliar intereses?
La Revista Agraria Nº 1 - Lima-Perú, marzo 1999

El área de denuncios mineros en el país aumentó en los últimos seis años de 4 a 20 millones de hectáreas, crecimiento espectacular que involucra más de la mitad del territorio de algunos departamentos, entre ellos Huancavelica, Pasco y La Libertad. Pero este "boom", alentado por las grandes ganancias que reporta la minería y los beneficios tributarios concedidos a esta actividad, también se basa en el uso de tierras que en mayor parte pertenecen a comunidades campesinas. No son pocos los conflictos existentes entre empresas mineras y comunidades que se ven afectadas en sus derechos de propiedad y actividades económicas.

Un caso es el de la Comunidad Campesina Vicco de Pasco que vive un largo proceso de negociación -casi cinco años- con la Sociedad Minera El Brocal que tiene la concesión de 3 mil Hás de la comunidad. En esas tierras la empresa, que cuenta con capitales de la canadiense Cominco, explotará a tajo abierto el yacimiento de zinc San Gregorio, uno de los más grandes del país y "a nivel internacional", según se afirma en un folleto publicitario de El Brocal. La empresa invertiría en el proyecto 300 millones de dólares, suma que sería recuperada en aproximadamente dos años pues sus ventas anuales se calculan en 150 millones de dólares.

En la negociación que se sigue de acuerdo a los procedimientos de la legislación de tierras y de minería, se le ha planteado a la Comunidad que ceda sus tierras por 50 años a cambio de una servidumbre de 574 mil dólares, es decir la insignificante suma de 3.95 dólares por hectárea al año. Como es lógico, los comuneros de Vicco rechazan la propuesta por injusta, calificándola de "expropiación disfrazada de servidumbre". Reclaman una valorización justa de sus tierras, compartir parte de la riqueza que la explotación minera genera para la ejecución de un plan de desarrollo, y el cumplimiento cabal de un plan ambiental que la Comunidad exige conocer.

Según denuncia el dirigente de Vicco, Miguel Palacín, la empresa ha respondido con represalias, enjuiciando dirigentes y cerrando un canal de irrigación. Y señala que, frente a estos a hechos, el Ministerio de Energía y Minas en su papel de árbitro no ayuda mucho.

Vicco, junto a otras treinta comunidades y varios gremios campesinos han tomado la iniciativa de constituir una Coordinadora
de Comunidades Campesinas y Nativas afectadas por la Minería que está convocando a un congreso nacional. En un pronunciamiento público han condenado "la arbitrariedad" que amenaza sus derechos de propiedad, reclaman cambiar la legislación vigente en términos que respeten los derechos constitucionales de las comunidades y faciliten la solución armoniosa de los conflictos, frente a los que el Estado se convierta en un ente concertador. El congreso comunero, programado para mediados de agosto, busca avanzar en esta concertación a través del diálogo con empresarios mineros, legisladores y funcionarios públicos.


Entre las intenciones y la realidad

Al reciente acuerdo de crear una comisión parlamentaria de asuntos indígenas, se suma la existencia de dos proyectos de ley sobre el tema, uno a iniciativa del congresista Campos Baca y el otro de Anselmo Revilla. El primero involucra básicamente a las etnias amazónicas, mientras que el de Revilla incorpora a comunidades campesinas y nativas. Ambos coinciden en el reconocimiento del indígena como ciudadano con una lista importante de principios que sustentan el derecho a su diferencia, a la educación intercultural y a sus formas de derecho consuetudinario. Pero de buenas intenciones está empedrado el infierno, porque muchas de las propuestas entran en contradicción con las políticas derivadas del modelo económico en curso.

En relación con los territorios y uso de los recursos Campos Baca plantea que el Estado, "antes de autorizar cualquier programa" de prospección o explotación de recursos" existentes en tierras de pueblos indígenas "deberá establecer procedimientos" para la participación de dichos pueblos en "determinar" si sus intereses se verían perjudicados y, si fuera el caso, en los beneficios que reporten tales actividades. En la propuesta de Revilla este tema merece todo un capítulo especial en el que la opción por la gran minería y la extracción de hidrocarburos queda muy bien definida: la comunidad es propietaria de los recursos minerales no estratégicos que hayan en su territorio, pero "las zonas donde se encuentren minerales estratégicos son terrenos del Estado (...) y deberán estar debidamente inscritos en Registros Públicos". Con este planteamiento queda resuelto a favor de la minería los serios conflictos que existen por el otorgamiento de concesiones en tierras comunales. El debate está abierto y en él se debe dar plena participación a las organizaciones de los pueblos amazónicos y de las comunidades campesinas, para que los brillantes enunciados de principios no queden en meras intenciones.